Me gustan las prácticas sexuales “no
convencionales o alternativas”.
Esto es completamente independiente de
la orientación sexual de cada uno. Yo tengo la mía bien definida,
pero me consta que otras personas con otras orientaciones pueden
tener o no los mismos o parecidos gustos sobre prácticas sexuales.
Una sesión BDSM -por ejemplo- puede
tener lugar entre dos (o más) personas del mismo o distinto sexo, y
cada una de ellas puede asumir cualquier rol, siempre dentro del
consenso entre los participantes.
Existe la creencia generalizada que
este tipo de prácticas sexuales “especiales” son “desviaciones”,
por lo que son practicadas por los “desviados”. Pero esta
afirmación no tiene ningún fundamento, lo mismo que considerar un
“mal” ser homosexual o bisexual. Si bien, debemos admitirlo, las
prácticas a las que nos referimos en este blog son “especiales”,
no “normales” y seguramente serán también minoritarias.
Suele ser normal en las prácticas que
implican alto grado de sadomaso, la relación amo-esclava. En la
práctica real suele predominar el rol masculino dominante y el
femenino sumiso, pero en las experiencias que no implican
exclusivamente sadomasoquismo e incluyen notas de bondage, fetichismo
y otros, son muchos los casos en que la mujer la que ejerce de dómina
sobre un hombre. También aparecen en muchísimas producciones
audiovisuales, sesiones entre mujeres exclusivamente, y de seguro
existen relaciones de lesbianismo de este tipo, pero sobre todo esto
tiene su explicación en el morbo que produce a un público
consumidor de porno fundamentalmente masculino.
Una práctica relativamente frecuente
en el mundo BDSM cuando el rol dominante es de la mujer y el sumiso
varón, es la feminización. En la próxima entrada del blog
trataremos de esto. No os lo perdáis.
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