Fue una de las primeras cosas que
practiqué. Ponerme pinzas de la ropa por todo el cuerpo.
Realmente empecé por la cara. Me la
llenaba completamente hasta que no cabían más, incluyendo los
labios de forma que se me caía la baba. Las orejas cogían tanto
peso que cuando movía la cabeza sentía el movimiento que esa masa
me obligaba a hacer con la oreja.
Posteriormente añadí los codos. Ahí
no sientes prácticamente nada en la piel.
Ya fui añadiendo pinzas a mis dedos, y
sobre todo el entorno entre el pecho y las rodillas. Lo llenaba todo
lo que podía. La parte en la que me costaba menos ponérmelas es
justo en toda la parte delantera de la cintura, debajo de la barriga
y arriba de los muslos. Esta es una zona para mí especialmente
sensible y me produce un alivio terriblemente placentero cuando me
quito las pinzas, cercano al propio orgasmo.
Aquí probé varias veces también
hacer una hilera (realmente suelo hacer tres hileras paralelas) de
pinzas desde una cadera hasta la otra, en la que a su primera pinza
le amarré una cuerdecita, que iba dejando entre el hueco que quedaba
en las sucesivas pinzas cuando iba poniéndomelas sobre mi cuerpo.
Dejarlas hacer presión sobre mi piel un buen rato. Y pasado este,
coger el extremo suelto de la cuerda y tirar fuertemente de él, de
forma que todas las pinzas se sueltan a la vez de un tirón. El
alivio posterior es indescriptible… para completarlo con una buena
masturbación que será muchísimo más placentera que una
masturbación sin más.
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