Con la goma, mi pene erecto y un
nerviosismo-excitación indescriptible, empecé, no sé por qué, a
jugar con la goma en mis genitales. Me la ponía como si fuera un
anillo, abrazando los testículos y pene. Me la quitaba. Me la
enrollaba en el pene poniéndola tirante y dándome varias vueltas,
que me hacía hincharse las venas del pene… Al cabo de un rato, un
liquidito blanco salió de mi pene y ¡qué gustito!. Rápido,
límpialo no te vayas a manchar.
A partir de aquel día empecé a
masturbarme cuando me apetecía. Con la goma y sin ella. La chica se
desinteresó de mí y empezó a gustarme otra de ellas (cómo se iba
de flor en flor en aquella inocente edad!). Me gustaba y con esas
edades ni pretendía tener ningún tipo de relación con ella, ni ser
novios ni nada parecido. Solo me sentía atraído por ella sin saber
por qué ni para qué. Ella no me correspondía y eso me lo ponía
difícil. Un día le quité la pinza del pelo y ella no puso gran
interés en recuperarla, así que me la llevé a mi casa. Cuando “me
tocaba” ni qué decir tiene que pensaba en ella (y no aspiraba a
“nada más”, veía eso como algo natural).
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