Un día solo en casa, se me ocurrió
que podría añadirle a mi “feminización” unos pendientes. Fui a
la lavadora y cogí la caja de las pinzas de tender la ropa. Me puse
unos “pendientes” en los lóbulos de mis orejas. Moví
rápidamente la cabeza de un lado a otro como diciendo “no” y las
pinzas hacían moverse mis orejas. Por curiosidad pensé si añadir
unos pendientes más modernos, así que añadí otras pinzas en otras
partes de las orejas, de la nariz… Ya aquí no me voy a enrollar
mucho. Cuando me ponía muchas pinzas (por ejemplo 6 en cada oreja),
el movimiento de mi cuerpo y las consecuencias de ese movimiento en
las partes con pinzas, me hacían sentir nuevas sensaciones,
desconocidas y en parte incontrolables. Si echas la cabeza para
adelante, pues el peso de las pinzas harían que tus orejas se vayan
hacia abajo. Eso produce cierto dolor añadido al de la presión de
las propias pinzas. Tras una masturbación con pinzas, el placer
post-exaculación unido al alivio de quitarte las pinzas hace que te
sientas indescriptiblemente.
Las pinzas pueden colmatar tus orejas,
cejas, nariz, labios y/o lengua.
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