Ella no me atraía. Nos queríamos como
familia, era de mi edad. Da igual quien fuera y las circunstancias en las que nos encontrábamos. Quizás fui un día a su casa, quizás era familiar mía, quizás fue de la mochila de la piscina... Cogí la prenda no por ella, sino por
aquello de “lo femenino”. Un bañador de una pieza. Me lo puse.
Me quedaba ajustado. Sentir esa pr
esión y el roce de la tela por mi
cuerpo, una prenda tan pegada a la piel… Saqué mi pene entre las
piernas y con el bañador puesto me masturbé… Uf!
Cuando podía, me lo ponía para
masturbarme. Me hacía sentir más excitado y creo que por eso mismo,
el placer era más intenso.
Más adelante incluí añadidos, como
ponerme unos calcetines enrollados a modo de pechos y mirarme en el
espejo o masturbarme solo con el bañador y “poniendo morritos”,
intentando no quitar los morritos ni con el orgasmillo.
Más tarde descubrí la técnica de
“ocultar mis genitales” (ENLACE).
Un día, viendo la televisión apareció
una reveladora visión: una gala de mises, en bañador y con tacones… Combinación que no podía dejar de probar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario